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Breve comentario a Éxodo a las Siete Estaciones de Bethoven Medina

"En este poemario, la numerológica sirve como sustrato epistemológico, a través del cual la poesía se convierte en una forma alternativa del saber, de generar la gnosis o conocimiento". 

Publicado: 2017-06-23


                                                                         Escribe: Alberto Martínez Márquez

Fue el filósofo griego Pitágoras de Samos (s. VI a de J.C.) quien primero estableció la correspondencia entre los números, la materialidad del mundo y el orden cosmológico. Sin embargo, la raíz de las ideas pitagóricas la encontramos en las corrientes mistéricas de la religión griega; particularmente, el orfismo. Derivado de Orfeo—la mitológica deidad que tañía la lira—, esta creencia supone una interpretación del ser y el lugar que ocupa en el cosmos. La tradición cabalística judía coincide grandemente con las doctrinas pitagóricas y orfistas, en la medida en que le adscribe a los números el poder de invocar la totalidad del universo y la búsqueda de la trascendencia. En la tradición de la Kabbalah, la sefira es la emanación numérica que pulsa las energías creadoras. Es por ello que en el Zohar o Libro de los esplendores, los diez sefirot que allí se mencionan, discurren entre el maskut, o mundo material, y el daat, o conocimiento de las causas ocultas.  

A mi juicio, el libro Éxodo a las siete estaciones del poeta peruano Bethoven Medina es un hito en la actual poesía latinoamericana, que integra las ideas pitagóricas, órficas y cabalísticas con gran acierto. En este poemario, la numerológica sirve como sustrato epistemológico, a través del cual la poesía se convierte en una forma alternativa del saber, de generar la gnosis o conocimiento. De este modo, Medina lleva a cabo una indagación de la totalidad que integra el universo, la música, la creación del mundo, el ser humano, la religión, los fenómenos naturales y el socius. Como bien indica en el poema “Instrucción pública”:

Escasos sabemos nombres de ríos,

el período de gestación de vacas, y días del estío,

cuando el gallo anuncia la alborada y siete Maravillas del Mundo,

y la vida, y el origen del hombre.

¿Soy acaso un árbol en evolución?

En estos siete estadios (que contienen siete poemas de tres estrofas de siete versos), el aeda de Trujillo hilvana una épica de la desocultación y el asombro, sustentada por las tradiciones grecorromanas, judeocristianas, hinduistas e incaicas, en consonancia con los discursos sociológicos, culturales y estéticos. A través de la palabra poética, se conjugan, desde una perspectiva parmenideana, el retorno de los fragmentos al omphalos cósmico. Esta impronta fenomenológica le permite a Medina revisitar con acierto poiético los diversos órdenes mundanos (la naturaleza, la humanidad, la sociedad), transmundanos (el espacio, la espiritualidad) y supramundanos (la energía, Dios), para revelarnos que la palabra es por antonomasia el espejo de lo arcano. Así, en el cuarto poema, dedicado a la nota Fa, que figura en la segunda estación del libro, “Siete notas musicales,” tenemos:

La Vida, nada deja extinguirse,

nos sujeta al cuerpo,

mientras los años, indomables toros,

sellan sus grietas irrenunciables.

A los humanos en faena, la Vida es siempre corta,

afilada aguja

penetrando en nuestra carne.

Desde ese aparente hermetismo, Medina disecciona los signos que apelan a un plano superior de la existencia (“Me encuentro en el Paraíso,/ lejos de mis límites,/ donde ninguna forma puede atraparme”). Sin embargo, una de las virtudes de este poemario es que la poiesis elaborada por el poeta peruano no trata, en forma alguna, de desarraigar lo humano en pos de abrazar un ordenamiento divino. Lo que propone, en cambio, por medio de estas siete estaciones, es concatenar las múltiples instancias de lo real y de lo espiritual en pos de la una búsqueda de un conocimiento superior del que ambas forman parte: ”Hay días que ubico mis cicatrices en el alma, Dios mío,/ buscando el Libro de la Verdad.”

Sin temor a equivocarme, puedo decir que Éxodo a las siete estaciones de Bethoven Medina es un opus magnum que trasciende la producción poética del continente latinoamericano y proyecta a su autor como un poeta de gran altura internacional.


Escrito por

Viscely Zarzosa

(Chimbote, 1994). Ha estudiado Comunicación Social en la Universidad Nacional del Santa.


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