Oswaldo Reynoso: los recuerdos de un amigo
La madrugada del martes 24 de mayo falleció Oswaldo Reynoso, uno de los escritores más importantes de la literatura peruana, tan solamente comparado con Mario Vargas Llosa y Julio Ramón Ribeyro. El Ferrol recuerda con cariño a este grande de las letras que venía con frecuencia a Chimbote y llegó a convertirse en un personaje significativo de la actividad cultural porteña.
Escribe: Viscely Zarzosa / Fotos: Nadia Cruz
Recuerdo que una vez me pidió un consejo sobre algunos textos que me envió al correo. “Pero, ¿quién soy yo para comentar del trabajo de un escritor de su talla?”, le respondí. Y él me contestó magistralmente: “Hace poco un poeta me hizo una entrevista y me preguntó: Maestro, ¿qué consejo puede dar a un joven como yo? La respuesta fue la siguiente: A mi edad, es más sabio recibir consejos de jóvenes para conservar para siempre la juventud”.
Oswaldo Reynoso supo conservar esa juventud, a pesar de sus ochenta y tantos años, de su caminar lento, de su cabello blanco y su figura gorda. Tenía un itinerario interminable. Participaba en ferias del libro en el interior del país, sobre todo en provincias; lo recibían como la leyenda viva de la literatura peruana. Después de cada presentación se iba en busca de los bares nocturnos, ahí donde la magia clandestina era más fácil encontrar; y una cerveza y otra más, y así el mundo era más fascinante y extraordinario.
Y parte de su ruta fue este puerto. Chimbote se había convertido en su barrio, aquí encontró a sus camaradas de inolvidables aventuras literarias. El 2008 con el recordado editor Jaime Guzmán Aranda y el escritor Augusto Rubio Acosta llegaron a presentar La santa cede, volumen de narrativa erótica, en el burdel Tres Cabezas, donde también en medio de parroquianos, meretrices, periodistas, artistas y lectores se inauguró la Biblioteca Popular que lleva el nombre de uno de sus libros más emblemáticos: Los inocentes. Aquel hecho causó noticia en el Perú y puso a nuestra ciudad en los ojos del mundo.
En 2011 encabezó una marcha a favor de la lectura que tuvo su recorrido en las principales calles del casco urbano. No estuve ahí, pero puedo asegurar que dijo: “¡Hay que leer, carajo! ¡Para que la política asquerosa no nos siga jodiendo!”. Ese mismo día se le hizo un homenaje por sus ochenta años de vida y los cincuenta años de Los inocentes.
Luego Oswaldo fue invitado innumerables veces a las ferias del libro de Nuevo Chimbote. Fue en una de esas visitas que llegamos a conocernos. El 6 de diciembre de 2014 es un día que nunca olvidaré. Él ingresó al auditorio donde estaba participando en un conversatorio y recital poético; allí estaba él, escuchándome muy atento y observador. La verdad es que me puse nervioso, pues sabía muy bien delante de quien estaba. Si había mandado a la mierda al jurado del concurso El Cuento de las Mil Palabras, de la revista Caretas, porque tomó la decisión de entregarle el primer premio a un cuento que para él no tenía el merecimiento, pudo hacer conmigo lo mismo, pararse y decir en voz alta que mi poesía era una porquería, que no sabía dónde estaba parado y que me engañaba a mí mismo. Pero no pasó. Solo se retiró muy serio y silencioso.
Después de varios meses me escribió al correo; para mi sorpresa me afirmaba que le habían gustado mis poemas que leí aquella tarde en la feria y también deseaba conversar conmigo. Pasaron otros meses más cuando me informó que estaba escribiendo un libro inspirado en mi poesía y que se llamaría Capricho en azul. Simplemente, no lo pude creer y pensé que era una broma hasta que el 4 de octubre el suplemento El Dominical, del diario El Comercio, publicó un adelanto de la próxima publicación de Reynoso: “…y al llegar al bar de los portales del parque de la ciudad de Jalapa y un tequila y otro y otro más recuerdo los versos del joven poeta Viscely de Chimbote un puerto del Perú cuyo segundo apellido tal vez vasco o catalán es el mismo nombre de una calle estrecha empinada con casas de colores vivos de esa ciudad mexicana y el calor igual de esa tarde que desde la entrada de un auditorio un poco oscuro escuché la lectura de sus poemas de nostalgias azules y azul era el color de mis dolorosos y placenteros paisajes interiores y siempre la distancia y cómo en su rostro y en su mirada se expresaran los sentimientos de sus poemas de imágenes hermosas e insólitas y nadie sabe que la noche es una grieta femenina y así puedes entender que tu juventud es un manojo de lluvia bendita y el tono y cadencia de su voz ondulaba esa tarde en la lejanía oscura de un auditorio y entonces descubro que el paisaje interno de su puerto era también azul como el de mi ciudad oculta de mis nostalgias de desconocidas ciudades de sol”.
Luego nos pudimos encontrar en persona (y por última vez) en octubre del año pasado, en la VIII Feria del Libro de Nuevo Chimbote. Me agradeció por mi poesía y hablamos horas y horas, me obsequió varios de sus libros —incluidos dos antiguas ediciones de Washington Delgado y otras joyas de la poesía peruana— y refrescamos la noche con unas cervezas. “¿Y cuándo piensas publicar tu poemario?”, me preguntó. “Pero, maestro… no sé si esté preparado para lanzarme al ruedo, los críticos literarios me pueden destruir”, le respondí. “Mira, a ti no te debe importar lo que digan esos charlatanes, tú escribes mejor que cualquier otro que se hace llamar poeta”, sentenció firmemente.
El martes por la madrugada te fuiste, Oswaldo; has dejado un silencio que me asalta y la nostalgia es más fuerte que yo. Y nos vemos distantes y a la vez tan cercanos, porque en realidad aún sigues vigente a través de tus libros y seguirás presente más que nunca en tus lectores, toda una vida infinita que tal vez no te puedas imaginar. (Publicado en El Ferrol).
Escrito por
(Chimbote, 1994). Ha estudiado Comunicación Social en la Universidad Nacional del Santa.